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sábado, 11 de diciembre de 2010
















El pasado día 6 de diciembre fue mi cumpleaños, cumplí ¡¡70 años!! Esto es una cosa seria y casi no me he dado cuenta de cómo ha pasado el tiempo.

Cuando miro a mi mujer pienso lo mucho que hemos vivido juntos y el fruto de esas vivencias es la realidad de tanta presencia.

Nuestros descendientes me prepararon una grata sorpresa. Con el pretexto de vernos todos juntos me llevaron a un conocido restaurante y me obsequiaron con un almuerzo. Aquella mesa y quienes la ocupaban eran el fruto de muchos años de anhelos y de sueños hechos realidad. Tener una familia como la mía es el mejor premio que una persona puede tener.

Ser padres es algo grande, es conseguir que una parte de ti se prolongue y sea el espejo en que mirarte, en realizarte como persona. Pero ser abuelos es otra cosa… ser abuelos es recibir de la vida el mejor premio que se puede tener. La culminación de todo lo deseable. La complicidad que existe entre “abuelo y nieto”, no tiene comparación con ningún otro lazo afectivo. Es otra cosa. Con los nietos sabes que al final -por lógica- prevalecerá la educación paterna-materna. Pero mientras tanto… nosotros los abuelos hacemos pactos con ellos y les “pasamos la mano” ante algún caprichito que no tenga gran trascendencia.

Como conclusión sirvan estas líneas para dejar constancia del inmenso favor que me hace cada día esta gran familia a la que quiero tanto.

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